Llega el período de vacaciones de invierno y junto con el aguinaldo muchas personas aprovechan para hacerse una “escapadita”. Lo que no siempre se tiene en cuenta es que para evaluar el impacto de las mismas en las finanzas personales no basta sólo con hacer un comparativo rápido de precios y elegir lo más barato.
El contexto económico de nuestro país (una inflación cercana al 30 por ciento semestral y una depreciación de los sueldos del 15 por ciento) impide tomarse con liviandad este período ventana que muchos añoran disfrutar.
La planificación monetaria de las vacaciones no acaba el día que empiezan, ésta debe prolongarse hasta el final del descanso. Según el especialista en economía personal Nicolás Litvinoff, el porcentaje destinado a vacaciones (tanto invierno como verano) debe ser del 20 por ciento de los ingresos anuales, disponiendo de un 5% a las de invierno y de un 15% en las de verano; estimar este número es la primer tarea de una planificación responsable.
Una vez calculado esto, se puede hacer una división entre los gastos de orden primario (pasajes, alojamiento, comidas, traslados) y los de orden secundario (salidas, regalos y viáticos varios), dividiendo sus presupuestos en partes iguales.
Las tarjetas de crédito pueden representar un peligro; éstas tientan con promociones de pasajes o estadías en cuotas sin interés pero al comprar un pasaje en 12 cuotas o más es muy probable que cuando se quieran tomar las próximas vacaciones aún se adeude saldo.
Que las vacaciones sean un gasto o una inversión dependerá, en gran medida, de esta planificación y de con cuánta responsabilidad se la tome. Un descanso debería contribuir con paz mental y no con más preocupaciones.