Hace algunas semanas un amigo, al que voy a llamar L, me confesó que hace años mantiene una deuda de varios miles de dólares con su banco, al principio me pareció algo extraño ya que es una de esas personas que no escatima en gastos, siempre compra ropa de la última colección en marcas de moda, cena en restaurantes con vinos caros, viaja a Europa de vacaciones (y no de mochilero) y fanático de la marca Apple.
Luego empecé a atar cabos (no fue una tarea muy difícil) y me di cuenta de que todo era apariencia, y ésta le estaba creando una gran ancla de deuda con su banco de la cual no sabía como salir. Me imaginé en esa situación y sentí la asfixia, vino a mi mente el famoso y desgarrador film de Cantet “El empleo del tiempo”, en el que un hombre pierde su trabajo y lo oculta de su familia y entorno social hasta puntos angustiantes.
Además de intranquilidad, el mal que aquejaba a mi amigo L, gerente de una importante aerolínea (dato no menor), puso en movimiento mi curiosidad, mi mente se preguntaba cuántas personas se estarán valiendo de créditos y herramientas financieras para cubrir inseguridades o miedos de no encajar con el entorno, haciendo mal uso de los mismos y, posiblemente, sentenciándose financieramente. En mi desvelo di con un estudio de la BDO Canada Limited, una compañía que hace más de 50 años asiste en la solución de problemas financieros, que afirma que el 54% de los hombres y el 47% de las mujeres de edad media mienten sobre su estado financiero.
En otro relevo de la innovadora compañía financiera británica Quidco, se afirma que el 14% de los encuestados utiliza el préstamo o tarjetas de crédito para comprar marcas, televisores de última generación, jacuzzis, viajes, etc. con el único objetivo de aparentar y “formar parte de”.
Al parecer esta tendencia resulta más marcada entre personas de estratos medios que alcanzan cargos gerenciales o directivos en empresas y, aunque sus fundamentos económicos no les permitan sostener un modo de vida ostentoso, buscan la forma de mantenerse a la altura de sus pares invitándolos a restaurantes, comprando siempre artículos de moda (o en casos extremos alquilándolos para exhibirlos), vacacionando en Miami, Nueva York o Barcelona, teniendo el televisor más moderno o alquilando un departamento en el barrio más sofisticado de la ciudad.
Con esto no pretendo sentenciar a personas como mi amigo L, sino disparar una reflexión que, en tiempos en que las herramientas financieras y los créditos abundan, resulta necesaria: ¿para qué endeudarse? ¿cuál es el objetivo? ¿cuál el plan de pago? ¿cuál el balance de ingresos y egresos? ¿es usted capaz de endeudarse responsablemente?, y si luego de esto las respuestas lo satisfacen válgase de una de las mejores herramientas para crecer, invertir y hacer posibles sueños.